domingo, 29 de abril de 2007

NOTICIAS MUSICALES


Joshua Bell
El violinista Joshua Bell dirigeix Beethoven

Redacció
El violinista nord-americà Joshua Bell, un autèntic prodigi de virtuosisme que va fer el seu debut orquestral als 14 anys amb la Filharmònica de Berlín dirigida per Michael Tilson-Thomas interpretant el Concert per a violí de Txaikovski, ja fa uns quants anys que combina la seva faceta d'intèrpret amb la de director d'orquestra.
Avui arriba al Palau de la Música, dins la programació de Palau 100, al capdavant de la prestigiosa formació anglesa Academy of Saint Martin in the Fields, una orquestra de cambra que no té director.
Així doncs, Bell, violí en mà, dirigirà i farà de solista del monumental Concert per a violí i orquestra en re major de Beethoven en una vetllada dedicada íntegrament al compositor alemany, en què a més interpretaran la Simfonia núm. 7 i l'obertura de Coriolà.
Bell, que ha rebut nombrosos premis -dos Grammy i Echo Klassik-, s'ha acabat convertint en una autèntica estrella mundial de la música clàssica gràcies a la seva participació en activitats populars com l'enregistrament de la banda sonora d'El violín rojo, o el seu àlbum de West Side Story.
El gener passat va protagonitzar un experiment promogut pel Washington Post. Es va posar a tocar el seu Stradivarius en una parada del metro de la ciutat i... ningú li va fer cas.
Notícia publicada al diari AVUI, núm. 577, pàgina 47. Dijous, 26 d'abril del 2007

http://paper.avui.cat/article/cultura/55307/violinista/joshua/bell/dirigeix/beethoven.html

Esta noticia que leo en el AVUI me ha despertado la curiosidad y sugerido la búsqueda del "Experimento SOCIOLóGICO" del WASHINGTON POST y aquí dejo los resultados:







¿Qué sucedería si cogiésemos a uno de los mejores violinistas del mundo y lo pusiéramos a tocar de incógnito en el metro de una gran ciudad? El experimento lo acaba de realizar el diario ‘The Washington Post’ en la capital estadounidense con resultados muy interesantes.El viernes 12 de enero de 2007, en plena hora punta, el violinista Joshua Bell, uno de los músicos más prestigiosos del planeta, se situó en el vestíbulo de la estación de L’Enfant e interpretó seis piezas magistrales de Bach y Schubert provisto de su stradivarius ‘Gibson ex Huberman’, una pieza única en el mundo. La actuación duró exactamente 43 minutos, durante los cuales prácticamente nadie se detuvo a escuchar. Antes de realizarse el experimento, los expertos coincidieron en predecir que se terminaría formando un corro a su alrededor y que la gente sabría distinguir el auténtico talento. Sin embargo, de las 1.070 personas que pasaron por delante de Bell durante el tiempo que duró la prueba, solo siete se detuvieron a escuchar y la mayoría durante menos de un minuto. Un total de 27 personas echaron algo de dinero al sombrero, casi todos unos pocos centavos.La experiencia lleva a los autores del artículo a realizarse algunas preguntas estremecedoras: ¿Tenemos tiempo para la belleza? Las imágenes registradas por las cámaras nos muestran un trasiego de ciudadanos demasiado ocupados en hablar por sus móviles o por llegar a la oficina como para detenerse a disfrutar por un instante. Afortunadamente, al final de la grabación una mujer se detiene ante Joshua Bell y espera a que termine la pieza. “Te vi en la Biblioteca del Congreso – le dice – Fue fantástico. Ésta es una de esas cosas que solo pueden pasar en esta ciudad”.
http://fogonazos.blogspot.com/2007/04/el-violinista-entre-la-multitud.html

La belleza pasa desapercibida
Un virtuoso con un violín Stradivarius no logra llamar la atención de los viajeros del metro de Washington
ELPAIS.com - Madrid - 09/04/2007
Viernes, 12 de enero de 2007. Hora punta en una estación de metro en la ciudad de Washington. Un músico toca el violín vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol. El instrumento es nada menos que un Stradivarius de 1713. El violinista toca piezas maestras incontestables durante 43 minutos. Es
Joshua Bell (Estados Unidos, 1967), uno de los mejores intérpretes del mundo. Tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca. No había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento recogido por el diario The Washington Post: comprobar si la gente está preparada para reconocer la belleza.
El experto Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de EE UU, había previsto que el músico recaudaría unos 150 dólares y que, de mil personas, unas 35 se detendrían haciendo un corrillo, absortas por la belleza. Hasta un centenar, según Slatkin, echaría dinero en la funda del violín. Pero eso no fue lo que ocurrió.
Joshua Bell, el violinista, fue un niño prodigio que, a sus 39 años, no ha dudado en quitarse el aura de virtuoso intocable. Ha llegado a aparecer en la versión estadounidense de Barrio Sésamo. También interpretó la banda sonora de la película El violín rojo, que fue galardonada con un oscar. Bell no sólo respondió encantado al reto de tocar en el metro, sino que además insistió en llevar su valioso Stradivarius.
El músico arrancó con la chacona de la Partita número 2 en Re menor de Johann Sebastian Bach. A los tres minutos, un hombre desvió su mirada para fijarse en el músico. Fue su primer contacto con el público del metro.
32 dólares
A los 43 minutos habían pasado ante él 1.070 personas. Sólo 27 le dieron dinero, la mayoría sin pararse. En total, ganó 32 dólares. No hubo corrillos y nadie le reconoció.
"Era una sensación extraña, la gente me estaba... ignorando", declara Bell al Post. El virtuosos asegura que habitualmente le molesta que la gente tosa en sus recitales, o que suene un teléfono móvil; sin embargo, en la estación de metro se sentía "extrañamente agradecido" cuando alguien le tiraba a la funda del violín unos centavos.
Expertos citados por el diario aseguran que el contexto importa, y que una estación de metro en hora punta no permite que la gente aprecie la belleza. Mientras, Bell recuerda con amargura los peores momentos: cuando acababa una pieza, nadie aplaudía.
Sólo una persona se detuvo seis minutos a escucharle. El treintañero John David Mortensen, funcionario del Departamento de Energía de EEUU, quien declara al periódico que la única música clásica que conoce son los clásicos del rock. "Fuera lo que fuera" lo que estaba tocando el virtuoso, declara Mortensen, "me hacía sentir en paz".



Murió Rostropovich

http://www.clarin.com/diario/2007/04/27/um/m-01408123.htm
Mstislav Rostropovich, el gran violonchelista y director de orquesta ruso, murió en Moscú, un mes después de cumplir sus 80 años.

Rostropovich nació el 27 de marzo de 1927, en Bakú, la capital de Azerbaiyán, en el seno de una familia de músicos rusos, que además del violonchelo le enseñaron a tocar el piano. A los 16 años, comenzó a estudiar en el Conservatorio de Moscú, donde recibió clases de Dmitri Shostakovich y Serguéi Prokofiev, entre otros.

Rostropovich se graduó con la más alta distinción y, en poco tiempo, recibió los principales galardones que se otorgaban en el bloque soviético, incluido el más prestigioso de todos, el Premio Stalin. A los premios les siguieron giras al extranjero, en especial a países occidentales, los supuestos enemigos ideológicos de la Unión Soviética, donde Rostropovich maravilló a las audiencias con su maestría.
Su técnica tuvo una profunda influencia sobre toda una generación de violonchelistas.
También inspiró a muchos compositores, que crearon obras específicamente para él.

Sin embargo, su oposición a la censura política y cultural en la Unión Soviética resultó en que se le excluyera de las principales orquestas del país y no se le permitiera viajar más al extranjero.
Su decisión de defender a un amigo, el escritor disidente Alexander Solzhenitsin, también le causó grandes problemas. A finales de 1970, Rostropovich envió una carta abierta al periódico oficial Pravda que, aunque fue suprimida en su país, se publicó ampliamente en Occidente.
En ella criticaba la falta de libertad de expresión y la represión de artistas como Solzhenitsin, que acababa de recibir el Premio Nobel de Literatura y a quien Rostropovich protegía en su casa de campo.

¿Será posible que los tiempos que nos ha tocado vivir no nos hayan enseñado a tener una actitud más cautelosa en vez de destruir a las personas de talento?
"¿Que no nos hayan enseñado a no hablar en nombre de toda una nación? ¿A no obligar a la gente o expresar opiniones acerca de cosas sobre las que nunca han leído o han oído?"
"Todos los seres humanos deben tener el derecho de pensar por sí mismos y expresar su opinión sin miedo", escribió. (Mstislav Rostropovich, carta abierta a Pravda)
Años después, en una entrevista concedida a la BBC, dijo: "Si alguien me pregunta qué es lo mejor que hice en mi vida, digo que el principal paso que di no aparece en mi música, sino en una página de esta carta".
"Desde ese momento mi conciencia quedó tranquila y limpia"

En 1974, con el apoyo del senador estadounidense Edward Kennedy, las autoridades soviéticas le permitieron viajar -con su esposa, la soprano Galina Vishnevskaya, y sus dos hijas- a Estados Unidos.

Rostropovich dirigió a varias de las más importantes orquestas del mundo.
En 1978, la URSS lo privó de su nacionalidad "por sus actividades sistemáticas para desprestigiar al estado soviético". En Estados Unidos le esperaba una brillante carrera como violonchelista, pianista y director de orquesta. Durante cerca de 20 años, fue el director musical de la Orquesta Sinfónica Nacional, en Washington. También dirigió, frecuentemente, la Orquesta Filarmónica de Londres, en el Reino Unido.

Mstislav Rostropovich estuvo presente en los momentos definitorios del colapso del comunismo en Europa. Millones de televidentes de todo el mundo lo vieron tocar una suite de Johann Sebastian Bach mientras, a sus espaldas, el muro de Berlín era demolido, en noviembre de 1989.
En 1991 Rostropovich regresó a Moscú para demostrar su apoyo a las reformas iniciadas por Mijáil Gorbachov, quien le había restituido su ciudadanía, en los momentos críticos del intento de golpe de Estado. El famoso violonchelista pasó los últimos años de su vida en Moscú, viajando con frecuencia a Azerbaiyán y Occidente. En marzo de 2007, con motivo de sus 80 años, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, le impuso la Orden de la Patria, Primera Clase.






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